lunes, 22 de septiembre de 2008

28º. BALAZO.

-Si quieres puedo llevarte. -¿Vas a casa?



Por suerte no tengo que cumplir ningún tipo de plazo para disparar estos balazos. De tener algún plazo lo habría incumplido este mes con toda seguridad.
Creo que he reordenado mi vida. Vuelven los perros y las anécdotas. Vuelve el frío, la mala suerte, los partidos de domingo y las canciones de Neil Young cuando cojo la A-2 dirección Madrid a las tantas de la mañana. Vuelve la lluvia y desde hace unos días imagino, de nuevo, historias que podrían suceder.



-No. -Llévame entonces.



De los concursos no sé nada, aunque tampoco espero gran cosa. Además sé qué esperar, lo cual facilita bastante las cosas. He pensado en grabarme narrando algunas historias, por aquello de ni tan siquiera escribirlas. Es posible que se me entumezcan los huesos a causa del tiempo y por eso hasta mover los dedos da pereza. Con las historias narradas quizás luego se pueda hacer algo. Así puedo escribirlas con calma más tarde.



Nunca antes.
Reconoció su orografía palmo a palmo, recorriendo su cuerpo de mujer, desgranando el vuelo de gaviotas que habitaban su vientre. -Eres la raíz que me ata a este mundo, la que me da la vida.- le decía. Rozaba su piel de arena con la fuerza de un amante adolescente, deseando cada palmo de su cuerpo, cada mancha de su piel. En la blancura de su rostro veía la luz del mundo, en sus ojos escuchaba el mar. -Están las mareas hechas de tu saliva, el aire del aliento de tu boca.- le decía. -Echo de menos el sur cuando anochece.-



Sigue habiendo cosas que no se me dan bien. Y habrá cientos de ellas que ni siquiera llegaré a descubrir. No se me da bien mirarte después de todo lo ocurrido, no se me da bien ahorrar, ni recortar fotografías ni jugar a ese estúpido juego en el que no nos conocemos. Pienso que hemos hecho un trato absurdo, que quisiera cambiar las condiciones que acepté. Tardarán en venir los días de vino y rosas, pero vendrán, y volveré a ser socio del aire. Me cuesta seguir tus pasos cuando te vuelves gigante y el mundo se te queda pequeño. Te deseo mar, playa, guitarra y cerveza. Y buen viaje. No se me da bien dar las gracias, pero es lo único que me queda por darte.
Gracias.