miércoles, 19 de noviembre de 2008

33º. BALAZO.

Debo tener el alma llena de arena, la piel cubierta de sal. Mis calles son tus huellas. Mi casa tiene vistas al mar.

Llamó la mujer de las plazas de garaje otra vez, para decir de nuevo que quería que una de las plazas se desocupara. -Verá señora,-decía mi hermano-tenemos un contrato por el cual esas plazas están alquiladas por un año, y no voy a desocupar nada.-No debió sentarle bien esta respuesta a la señora, que soltó una amenaza velada argumentando que su hijo era abogado.-Mi madre también.- respondió mi hermano.Y aquí paz y después gloria. Y la señora tendrá que buscar otro sitio. Y los tártaros a lo suyo.

Empezó de niño. Mike le descubrió en uno de aquellos combates callejeros. Golpeaba con las manos cubiertas por unas vendas, para no hacerse daño. Destrozaba a sus rivales lanzando una multitud de golpes seguidos. Era imposible esquivarle.Mike se lo llevó al gimnasio Big Bang, junto a la Quinta Avenida. Allí le enseñó a golpear, a defenderse. Y un par de meses después organizaron el primer combate profesional de Billy el rápido. El chico Billy. Tras dos victorias por K.O. le lanzaron directo al campeonato del mundo. Mike pagó su cuota y se convirtió en su padrino.

He pensado en construir una pequeña cajita de madera para guardar los recuerdos. Escribir en pedazos de papel lo que no debo y no quiero olvidar y esconderlo hasta siempre en la caja. Y así escribir: Cóbreces, San Juan, Barcelona; vino rosso y un montadito de salchicha del país. Y Agosto, soledad y mi guitarra. Y te quiero; desde el costado hasta el alma. Y dos de copas, Abril entre las manos, Vélez, mi voz en el tejado, tus labios, mi sed y una pensión derruida a deshoras. Y Cádiz, Huelva y Cáceres. Monedas rodando por el paseo de Cánovas. Y la magia de los cuentos. Y una canción. Y echar de menos el mar.

He pasado esta mañana por la peluquería. Lo tienen todo lleno de botes de laca y productos para el cabello que jamás les he visto usar, y han cambiado las sillas viejas por unos preciosos butacones de cuero negro plagados de palancas cuyo uso aún desconocen. Están felices pese a que, según dicen, la crisis les ha robado a la mitad de la clientela. La mujer del dueño está embarazada, y han contratado a una chica rumana para suplirla mientras esta está de baja. La chica es muy salada. En cuanto te sienta en la silla y te pone el mantel blanco empieza a contarte sus bondades y virtudes, a saber; que si manos suaves, que si ella ya era peluquera en su país, que da mucha conversación y sabe bien el idioma porque lleva aquí cinco años. Ha comenzado a darme un cursillo avanzado de rumano mientras me cortaba el pelo. Hemos quedado en seguir con las clases la próxima vez que vaya. Incluso me ha enseñado fragmentos de un poema que adora y que yo, ahora que no está para corregirme, no sabría repetir. Ha sido una mañana curiosa. Y no ha quedado mal el pelo.

He hablado con mi hermano, por saber como quedo el tema del garaje. Victoria clara de los tártaros. Así que aguantarán al menos un año con las plazas de garaje en su poder. Y que salga el sol por Antequera.

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