lunes, 26 de mayo de 2008

12º. BALAZO.

"Tu boca roja", dice Drexler en una canción. Resulta una imagen sencilla y sin embargo perfecta. Labios carnosos, boca que muerde, que besa, que rompe el alma. Sin más. Y él solo dice tu boca roja. Y yo imagino.



Una vez, en no recuerdo bien que restaurante de Madrid, vi a un hombre que comía solo disfrutar la comida en silencio. No miraba, como suele suceder en esos casos, a la gente ni a las parejas que tenía alrededor. Él miraba sin ver, en silencio, como si supiera que es mucho más importante lo que él piensa que todo lo que pase a su lado. Pero entonces, cuando ya iba a dejar de prestarle atención, ve a una mujer que termina de hacer su pedido al camarero y algo en sus ojos hace notar que se ha producido un cambio. Se levanta y se acerca a ella con cuidado. Con educación y una frase ingeniosa invita a la mujer a comer junto a él en la mesa. Yo me sonrío. Recuerdo que esto lo normal es que ocurra en una película y que en la realidad ella siempre dice no. Pero ella se ríe con nerviosismo y, tras una respuesta que no alcanzo a escuchar, se levanta y le sigue hasta su mesa. Los dos se sientan y hacen ver al camarero que tiene que llevar la comida allí. Que la mujer no se ha ido del restaurante como pudiera pensar.
Yo seguí a lo mío, comiendo y charlando con quienes había ido a comer, pero de cuando en cuando levantaba la vista y miraba a la extraña pareja, que se reía y debatía acerca de todo cuanto se les ocurría.
Al terminar de comer, me quedo mirándoles con total descaro. No me doy cuenta, pero el hombre sí. Y cuando nos miramos le sonrío, cómplice de su pequeña guerra amorosa. Él devuelve el gesto y sigue a lo suyo.
Terminan de comer unos minutos después. Piden la cuenta, él paga y luego ambos van hacia la puerta. Y salen del restaurante.
Cuando yo salí todavía estaban allí, parados, despidiéndose. Ella se va y él la ve alejarse. Cuando se da la vuelta para irse por el camino opuesto me ve junto al resto de la comitiva y me sonríe haciendo un gesto hacia la mujer.
-Llámala.- le digo.
Él me mira con los ojos como platos y responde.-Mierda, no le he pedido el teléfono.- y echa a correr a por la mujer.
No les volví a ver, pero ojalá dijeran sí más a menudo.



Es curioso lo que uno puede llegar a imaginar con un olor. Ha pasado alguien a mi lado hoy, alguien con olor a recuerdo. No sé quién ha sido, porque al girarme ya no había nadie. Pero me he quedado pensando.
Ahora, en casa, tranquilo, guitarra en mano, me iba acordando del olor a infancia que desprenden algunos libros que guardo, del olor a verano que tiene el aire cuando sopla esa brisa suave los días de sol, del olor a labios, a ése primer beso, quizás de una boca roja, que quedó en mi memoria pegado a tu perfume.

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