lunes, 20 de octubre de 2008

31º. BALAZO.

Desearía uno que el morbo no sustituyera la noticia real. Que las televisiones no enseñasen la sangre, que expusieran los hechos. Por lo visto vende más la sangre. No entiendo como es posible. Después de hablar sobre esto con más de veinte personas ninguna está de acuerdo con que se emitan las noticias de manera tan sensacionalista. A mi me parece que o no conozco a ningún morboso (cosa que dudo abiertamente), o sencillamente la gente miente. Como en la intención de voto en Estados Unidos. Se hace un sondeo y nadie es racista, nadie quiere que se mate a nadie, nadie quiere que gane el de la guerra. Pero a ver que sale, porque a la hora de la verdad en América son como son, y no sería la primera vez que un candidato se pega el batacazo solo por el hecho de ser negro. Pena de honestidad.



"Nos ganan las banderas", dice Montoto en una canción preciosa. Eso nos pasa. Nos ganan las banderas. Y nos ganan a todos. Resulta evidente que hay quien presume de tolerante, y con ello recuerda uno un poco la religión (sea cual sea la fe a profesar), que difunde paz y hermandad y tilda de falsas a las demás religiones. Curioso. Como esos claros izquierdistas que tildan de racistas a los de derecha. Y de intolerantes. Y no les dejan pasar a sus eventos, y no les tienen en cuenta en sus palabras, y no les engloban cuando dicen democracia. Muy tolerante y socialista todo. Y muy abanderado, por cierto.
Hace unos días dije algo como esto en público y recuerdo que me costó más de un insulto por fascista y no sé qué más. Yo no voto. Lo dejo claro aquí, en este improvisado cuaderno de bitácora. Y no lo haré hasta que monten bien el sistema y haya una verdadera separación de poderes en este país, y no el cachondeo que tienen formado. A ver si un día se ahorran un montón de dinero público en vez de hacer estúpidas campañas en busca de la Moncloa y desmontan todo el paripé. A ver si un día votamos con conciencia y habiendo mirado los programas electorales. Y nos dejamos las banderas en casa, que hacen mucho mal.
Dice un verso de Luís García Montero; vivir es ir doblando las banderas. Habrá que aplicarse.



Ordenando algunos papeles de mi escritorio he encontrado un poema precioso de Vicente Martín Martín. Luego me ha entrado algo de pena. Un autor con tan buena poesía y tan poco conocido. No quiero explicarme porqué sucede esto, porque si me lo explico terminaré por enfadarme y habré de abrir otra botella de vino y quejarme, que es lo que dicen que se me da bien. Dice en un verso, "entonces yo creía en los poemas". Yo también. Yo también creía en los poemas, en besos que ya solo recuerda el subconsciente, en playas con olor a ti, en mares con el color de tus ojos. He querido dejar aquí constancia de que alguna vez creí en la poesía, de que creo aún en los versos. Y alargar un poco la sombra del autor: "entonces yo creía en los poemas/ y en ti y en las palomas/ y en inmensos océanos de agua dulce/ y en un cuerpo de niña, recién lluvia,/ recién rosa estallada,/ deshojando -también a media voz-/ la suerte de sus pétalos de sangre."

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