martes, 15 de abril de 2008

1er. BALAZO.

Me viene a la cabeza al empezar esto la canción "Discos de Antes", de los Secretos, y aquel verso que decía "y los gatos tiemblan sobre el capó". Últimamente andan las noches así por Madrid. Será que llega el buen tiempo y se respira esa brisilla nocturna de verano, pero se ven más gatos sobre el capó. No de manera literal, sino al acecho. Dicen que en las noches todos los gatos son pardos. Pues llega ese momento en el que es verdad. Todos los gatos son pardos. Y sino lo son tiende a dar lo mismo.
En fin, voy a dejar de dar vueltas. Lo de los gatos y demás viene porque uno sale de fiesta y anda todo revuelto. Pistoleros al acecho y esas cruzadas de miradas perdidas. Hasta se puede ver el hilo de nylon de mi caña de pescar.



Hace un par de días, saliendo de casa a pagar el alquiler del garaje, cosa que hacía por primera vez, llegué hasta la casa del tipo que lo alquilaba y descubrí que era un anciano viudo. Al tipo debían habérsela jugado alguna que otra vez con las copias de la llave, porque antes de realizar la transacción se empeñó en verificar que la llave abría y que todo estaba correctamente. Luego me la dio y dijo. -Pues funciona. Ahora ya con esto os hacéis copias o lo que queráis, sabiendo que funciona. - Puso especial hincapié en lo de "sabiendo que funciona". Al principio pensé en decirle que de qué iba, que no se qué clase de gente se ha encontrado antes que a mi señora madre, pero que si pensaba que íbamos a hacer una copia cutre y decirle que no era la buena para que nos diera otra pues..ni se me había ocurrido, la verdad. Pero me limité a corroborar de forma algo tonta su afirmación.- Sí, se ve que abre bien.-le dije. Y luego salimos del garaje. Ya en plena calle realizamos el trueque moneda-llave y le pregunté que cómo quería que le pagásemos. Me dijo que personalmente, que me podía acercar a su casa entre el 1 y el 5 de cada mes. Dijo que daba igual la hora, porque como él es huésped de su casa, viudo, que no importa, que suele estar allí.
Me hizo gracia aquella expresión de "huésped de mi casa", aunque me hundió un poco en mi pequeño pozo de tristeza. Por algún motivo que desconozco, siento pena de los ancianos solitarios y de las madres solteras. Si veo un anciano solo comiendo en un restaurante se me quitan las ganas de comer. No quiero con esto decir que no puedan los señores mayores salir a comer, ni que deban hacer zonas separadas, sólo que me da pena. Y lo mismo me ocurre con las madres solteras o separadas o, en fin, madres con hijos y sin figura paterna. Últimamente podría achacarlo a mi experiencia vital, pero como viene de antes no sé muy bien qué puede ser, y lo paso fatal cuando veo a los niños elegir un plato caro en la carta. Quizás la madre no piense en ello, pero yo les veo a esas madres siempre un gesto melancólico en el rostro, como si dijesen; cuánto te quiero, hijo mío, y tú no te das cuenta.

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