lunes, 21 de abril de 2008

6º. BALAZO.

"Mis calles ya se han vuelto de arena." Recuerdo con éste verso de Fabián el día que dije que echaba de menos el mar. El primer día que lo dije. Ése día no echaba de menos el mar. Según otra de mis teorías, uno no echa de menos los lugares o las cosas, sino a las personas que éstos les recuerdan. Así es como eché de menos el mar. Sin querer, cogiéndole un cierto apego a la sal y a la arena, convirtiendo la distancia que me separaba del mar en kilómetros de ausencia. Y ahora ya no puedo quitarme ésa sensación de encima. No logro no echar de menos el mar. Y debo decir que mi teoría se ha visto modificada con el tiempo. Ahora si echo de menos ciertos lugares y no lo hago por las personas, sino por la magia que tiene cada sitio. Un poco como debían sentirse los pretorianos fuera de Roma; anhelantes, deseosos de regresar a un hogar que nunca llega, que cada vez está más lejos. Creo que es porque mis calles, las de dentro, ya se han vuelto de arena...quizás, como dice en el siguiente verso Fabián, "mi casa tiene vistas al mar". Debe ser algo de eso.



Desde hace tiempo vengo cargando éste revolver con balas cargadas de palabras, llenas de una tinta digital a la que no logro ver ningún romanticismo, pero que sin duda resulta útil. Supongo que es como el resto de las cosas hoy en día; no son muy románticas, pero resultan útiles. Éste es el sexto balazo, así que se me acaban las balas. Lo que sucede es que no le daré ese sentido utilitario extraño, y seguiré escribiendo, de manera metafórica, más balazos. Digo esto para que nadie piense que me quedé sin balas. Digamos que en medio recargué. Me he dado yo mismo esa licencia.



Escuchando una canción de Paco Bello titulada Ella la Reina, entiendo de algún modo cómo es posible que haya tan poquitas historias reales de amor. No es que la canción hable de amores idílicos, ni de situaciones imposibles. Es que la vida es tan sencilla que a veces creemos que se vuelve mundana, que no merece la pena hacer tal o cual cosa, que quedará extraño. Y se pierden ciertos gestos. El lenguaje corporal, que diría un genio. Él le manda un soplo de perlas, metafórico, claro, y se rozan los pies bajo la mesa. Algo natural, un gesto dulce e incluso, según el prisma, cursi. Pero a todos nos queda algo de los catorce años. Todos queremos que nos quieran desde dentro. Como el adolescente que descubre el amor saltando desde su estómago. Cien mil mariposas desbaratando el aula de un colegio repleto de ilusiones infantiles. Todos queremos ser descubiertos, siempre, por primera vez.



Quiere la vida que no siempre salgan las cosas como a uno le gustarían, y además se empeña en dejar constancia de ello. Las llamadas perdidas en los móviles, las miradas furtivas en el metro o el cambio para tabaco en la cafetería son pruebas de ello. Pequeñas cosas que uno descubre tarde, detalles de lo que el mundo podría ser si coges antes el teléfono, te decides a hablar o le pides una moneda al amigo que va contigo. Creo que hay demasiado individualismo. Es bueno que uno sepa que las cosas ocurrirán más veces, que, como he dicho alguna vez, hay otros trenes, pero deberían romperse más lanzas en favor del ahora. Esto es lo que hay y deberías aprovecharlo. Algo así. De todas maneras esto lo digo porque hoy estoy cansado, y con el cansancio y la desgana uno se aventura en pensamientos extraños, casi de autoayuda. Pedazos que uno busca donde sean con tal de verse completo. Últimamente me fijo mucho en las personas que quedan a mi alrededor cuando me detengo, y trato de imaginarles una historia. Hoy ha sido difícil, porque he tratado de imaginarle vida a una señora que fumaba con prisa en la puerta de una biblioteca pública. Luego la he visto tomar café dentro, sola, en la cafetería, y me ha venido la pena. Como a Lorca cuando volvió de New York. Con mi pena ya instalada he pensado en la señora como una moza joven, corriendo por la calle principal de su pueblo durante las fiestas patronales. Imaginaba cómo habría sido su vida. En qué momento decidió que emigraría a la capital con aquel mozo de buen ver hijo de los Martín para hacer fortuna y familia. Luego he pensado en la alegría que se llevó al saber que tendrían una hija, y cómo ahora, viuda y con la hija trabajando en Sevilla, se sentaba sola a tomar café. Me preguntaba si viendo así las cosas, tras el humo de un cigarrillo que no le dejan fumar en interiores, querría cambiar algo.
Luego he tenido que marcharme, pero me quedaba la duda. Pienso que no se arrepiente de nada, porque en ésa generación suelen ser muy constantes y orgullosos, y ése tipo de señoras es de las que las cosas las tiene muy claritas.
Lo mismo todo esto es solo un cuento, pero en días como hoy soy un tipo dramático. Para pensárselo, vaya.

2 comentarios:

Elena dijo...

¿Cómo que hay tan poquitas historias reales de amor?
Yo creo que hay miles de historias de amor que suceden todos los días, a todas horas, en cualquier esquina del planeta. Ahora mismo mientras te escribo esto habrá alguien enamorándose en algún lugar, habrá una pareja, como decía Benedetti, "mirándose fanáticamente a los ojos, como si el amor fuera un brevísimo túnel y ellos se contemplaran desde dentro de ese amor".
De lo que hay poco es de historias de amor como en las películas, pero yo soy de las que creen que la realidad supera la ficción, aunque no suene música de violines ni esté la torre Eiffel de fondo.

Anónimo dijo...

Cuando no quedaban balas, inventaron los cargadores y de esos tienes muchos...
También tengo colección de sensaciones, entre ellas está el mar y la playa, el olor, el sabor y los colores. Pero es una playa determinada, de una ciudad determinada donde me pierdo a veces desde mi ventana... Es bonito recordar, porque al hacerlo terminas con una sonrisa en la boca y haciendo presente tu recuerdo, aunque también puedes llorar, pero así es como se llena una vida.
Por otra parte, no hay pocas historias de amor, el amor está en todas partes y se define en mil maneras diferentes... esa mirada del autobús, esa sonrisa de la camarera, o ese beso que te marcó... Ves como no es bueno pensar tanto? Luego llegas cansado y escribes cosas asi...
Sigue con las balas que en las guerras sobran muchas.