domingo, 31 de agosto de 2008

27º. BALAZO.

Todas las mañanas bajaba a la playa provisto de aquel paraguas negro. Cuando llegaba junto a la orilla del mar, abría el paraguas y lo echaba al agua, con el mango apuntando al cielo. Luego agarraba el mango y se tiraba de cabeza sobre el paraguas. Estaba convencido de que algún día el mar llovería para él. Teorías.



La vida no está hecha igual para todos. Eso es algo obvio. Pero es una frase que reconforta decir en alto. Uno lo dice y ya le parece que lo ocurrido es menos injusto. No entraré en detalles sobre lo ocurrido, pero quería decirlo en alto. O escribirlo.



Como siempre que me siento a escribir estos pequeños retazos de mi vida, se me ha echado la hora encima. Copa de vino, algo de Pablo Ager y algunas fotografías antiguas. No hacía esto desde hace ya mucho tiempo. Tanto, que muchas de las caras que veo casi no me son conocidas. Parece que haya pasado una vida entera.
Guarda uno muy pocos recuerdos de cuando era niño, y sin embargo a partir de los diez o doce años uno comienza a atesorar muchos más momentos en la memoria, de manera que parece que se ha aprovechado mucho más la vida. Es por eso que cuando me invade la rutina acabo con la botella de vino y la luz tenue del ordenador. Mi puerta de escape, mi barco a Ítaca, mi forma de tener las cosas claras.
El caso es que he encontrado una fotografía que tiene encima la mitad de mis años de memoria. Es verdad, como dice Diego Vasallo, que la vida te lleva por caminos raros. Miro la instantánea con nostalgia. No soy el que era; ni yo, ni el resto de los que aparecen en esa fotografía. Pero seguro que yo no. Me he dado demasiadas veces contra los molinos y con eso se le quitan a uno las ganas de gestas amorosas y Dulcineas que no tienen ganas de verle.
Dice Ramón, mi amigo el cartero, que con los años el amor pierde pasión y se vuelve más práctico. Tiene la teoría de que cuantos más desengaños amorosos tengas, más sencillas verás las cosas y, aunque te cueste confiar en alguien de nuevo, más exigirás de primeras a la personalidad del otro. Terminó aclarando que eso del exigir se debe a que uno se queda sin ganas de limar diferencias con la pareja, de pulir detalles en la convivencia. Uno busca que en la personalidad de la otra persona ya encajen las cosas. Y punto.
Particularmente la teoría me parece excesivamente radical, pero me ha convencido para que la escriba. -Tú anótalo, verás como en un tiempo me das la razón.- Y yo lo anoto, por si acaso. Teorías.



Un amigo me ha enviado las señas de otro concurso de cuentos. Dice que escriba, que conoce a la chica que lo ganó el año pasado y que seguro que pueden hacer algo por mi cuento. A mí esto me da algo de lástima, la verdad. Solía pensar hace años que lo ganaba el mejor, pero que no se presentaba alguien realmente bueno, y por eso el cuento ganador no terminaba nunca de convencerme. Pero que va. Dice también mi amigo que deje de maldecir los concursos literarios en los balazos, que no me hace ningún bien. A mí me da un poco lo mismo. Me gusta creer que hay ciertos concursos que los gana alguien ajeno por completo a la organización de los mismos. De hecho sé de buena tinta que algún que otro concurso es completamente honesto en el veredicto.
Lo peor de todo es que al final enviaré algún cuento al concurso y me amañarán el premio, y luego iré a buscar mi rectitud moral y mis argumentos a favor de la honestidad del jurado al trastero, que es donde se dejan las cosas que no quieres tirar pero no sabes donde poner. Qué asco me doy a veces.

1 comentario:

Nacho Pesquera López dijo...

Son la 6:25 de la mañana, y aquí sigo pillando moreno ordenador,la razón por otro lado, por la que no te he llamado. Pero veo que tu también has hecho deberes, me congratula, PARDIÉZ!!.voy a hacer lo del tio del paraguas pero con mi cama, con tu permiso las teorías pa mañana.Hasta mañana cabrón.